miércoles, 9 de mayo de 2018

Esto no es una review de Vengadores.


Y es que no, no he ido a verla aún, y no estoy dentro del hype que ha generado (Insultos y acusaciones abajo en los comentarios gracias J ). Sin embargo esta mañana si he estado en un sitio donde aparece más gente y más colorida que en esa película, el Metro de Madrid. No es que sea algo excepcional, lo utilizo de diario, pero hoy me ha dado por pensar, y es que estoy muy de pensar ultimamente.

Así tiene que sentirse el cuando
 ve el anden a tope.
Sucede que cuando eres alto, se tiene a veces una perspectiva diferente, no solo te encuentran facil en las aglomeraciones de gente, si no que puedes observar a los demás con facilidad y para alguien curioso como yo, convierte el metro en un buffet libre de estímulos visuales (dejaremos los olorosos para otro momento).

El Metro es, además de un sitio idoneo para encontrar el amor en hora punta, una pasarela de tendencias donde no puedo dejar de descubrir nuevas series, libros y demas contenido audiovisual, además de estilos y marcas de ropa, bolsos, mochilas. En el metro veo camisetas que me recuerdan que estudiantes universitarios siguen escuchando Extremoduro en este mundo de Despacito, o que dependiendo de lo arreglada que va la gente tiene Facebook o Instagram como su red social de preferencia. ¡Lo siento gente, no voy mirando a vuestras pantallas, pero cuando mido de media unos 20cm más que el resto del mundo, y vamos apretados, vuestro contenido está en mi campo de visión mire donde mire!
Cosas más raras se ven ahí abajo.
 Luego pienso en lo aburrido y poco estimulante que tengo que ser yo para el resto de pasajeros, visto de ropas sin marca en colores básicos, cuando leo lo hago en un Kindle con una funda negra, y mi música en auriculares que no atruenan al resto del vagón y me alegro de esa variedad, que aburridos serían los trayectos en metro sin todos esos detalles en los que fijarse.


P.D: No seas esa persona, si el metro va lleno, deja tu mochila o bolso en el suelo, prefiero escchar mi música sin interrupciones por culpa de un tirón en el cable de los auriculares. J

martes, 8 de mayo de 2018

Yo me lo guiso, yo me lo como: El efecto IKEA


El otro día vi una noticia, sobre unos investigadores, que habían logrado programar un robot para que aprendiera por su cuenta a montar muebles de IKEA por si solo. Si bien me suelen apasionar estas noticias y soy el primero en mirar los videos de Boston Dynamics (¡¡¡Ay los perreres robot que majos!!!). No pude si no pensar que a IKEA en el fondo, no le debería hacer ilusión. Y voy a intentar explicar el por que.


Comenzaré volviendo sobre uno de los puntos que más he tratado en este blog a lo largo de los años, como son los sesgos cognitivos. Estos se tratan de pequeñas “trampas” que todos tenemos en nuestra cabeza que nos permiten navegar el día a día sin volvernos locos. ¿Y que es lo que hacen? Ayudarnos a tomar decisiones. Tomar decisiones conscientemente es cansado, y a nadie nos gusta tener que estar pensando en pros y en contras, y preferimos que nos den las cosas hechas. De ahí que estemos programados para automatizar esas decisiones, o que una vez tomadas estas no nos generen desconfort.


Un claro ejemplo de un sesgo cognitivo es la justificación, o buscar un motivo, aunque sea falso, para reducir la disonancia entre lo que queremos y lo que podemos. Este está muy bien representado por la fábula de Esopo de la zorra y las uvas. En esta una zorra ve un racimo de uvas e intenta alcanzarlas. Al darse cuenta de que está demasiado alto, desprecia las uvas diciendo: “¡No están maduras!”. De no ser capaz de engañarse de esa manera, la zorra seguiría lamentándose por no poder alcanzar las uvas.


Lo que de verdad sería impresionante es que dándoles una silla
montaran una catapulta.
Y con esto llegamos a IKEA, esa empresa que ha sido, es y será estudiada por su genial modelo de negocio. Puede que en sus inicios, el vender los muebles sin montar fuera solamente por motivos de logística y reducción de costes. Sin embargo, esta política tiene otros efectos que si bien no tan aparentes al principio si son muy ciertos. 

Nos gustan los muebles de IKEA más porque los montamos nosotros mismos. No importa si el cajón baila, o nos han sobrado tornillos que sabemos que seguramente conducirán a la catástrofe más tarde o más temprano. El mero hecho de haber dedicado nuestro tiempo, tan valioso, a montar ese mueble, hace que proyectemos en el cualidades más allá de las intrínsecas a el mismo. Es como las lentejas, que las que hacemos nosotros siempre están mejor que las del resto, excepto las de nuestra madre, las de la mama siempre ganan.